“Nada me Pesa” es un canto alegre y liberador que celebra el voto de pobreza como fuente de libertad, amor y gracia. Expresa la ligereza del corazón que brota del desapego, mostrando cómo la verdadera riqueza se encuentra en el servicio y la generosidad. Sus versos reflejan la paradoja de la pobreza—no como una carga, sino como un abrazo gozoso a la providencia de Dios. Con imágenes de manos abiertas, amor compartido y la libertad de dar sin miedo, la canción capta la esencia de una vida entregada a los demás. Enraizada en el espíritu ignaciano de “encontrar a Dios en todas las cosas”, Nada me Pesa es un himno de confianza, simplicidad y profunda alegría en el caminar misionero junto a Cristo.
A diferencia de muchos himnos que surgen de la reflexión solemne, Nada me Pesa nació en medio de la vida—entre risas, movimiento y el ritmo cotidiano del servicio. Sus orígenes se encuentran en las comunidades de voluntariado jesuita, donde jóvenes hombres y mujeres trabajan codo a codo, dedicándose a la educación, al trabajo social y al acompañamiento pastoral.
Después de una larga jornada en el campo, junto a campesinos locales—sembrando, compartiendo la mesa, levantando casas—volvían sonrientes, cubiertos de polvo y sudor. Entonces brotaron, casi como un suspiro de contento, estas palabras:
“Nada me pesa, todo es don,
sirvo con gozo, sigo Tu voz.”
Las palabras nacieron naturalmente, sencillas pero profundas. Expresaban lo que todos sentían en aquel momento: el trabajo había sido duro, pero sus corazones estaban ligeros.
Pronto se convirtió en un canto cercano a los novicios en formación, quienes lo tararean en las oraciones de la mañana o al final de un día de estudio. Su melodía se adapta fácilmente a las tradiciones musicales de las comunidades donde sirven: puede sonar con flautas andinas o con ritmos afrocaribeños, y sin embargo su mensaje permanece inmutable: la pobreza, cuando se abraza como don, se transforma en fuente de alegría.
Para los jesuitas, Nada me Pesa es más que una canción: es una expresión de su espiritualidad en su forma más jubilosa. A diferencia de cantos que se centran en el sacrificio o la renuncia, esta melodía canta la abundancia, la riqueza hallada en una vida entregada al servicio. Resulta ideal en los envíos misioneros, cuando los jóvenes jesuitas se preparan para partir hacia lo desconocido, recordándoles que lo que dejan atrás no es nada comparado con lo que ganarán en amor y en fe.
Entre comunidades laicas, el canto cautiva por su sencillez y calidez. Es fácil de entonar en encuentros comunitarios—preparando comidas para los hambrientos, levantando viviendas o enseñando a los niños. Su ritmo invita a moverse, aplaudir, incluso bailar, convirtiéndolo tanto en una celebración como en una oración.
Las palabras cobran distintos matices según el lugar donde se canten—unas veces como desafío, otras como recordatorio, siempre como fuente de fortaleza.
En comunidades donde la lucha por la justicia es una realidad cotidiana, el canto resuena como un himno desafiante: la pobreza no define la dignidad, y la verdadera riqueza se encuentra en el amor y en la solidaridad. En hogares y parroquias, se convierte en un canto de gratitud, reconociendo que todo es don.
Quizá la razón por la que Nada me Pesa toca tan hondo es que encierra una verdad fundamental: cuando nos entregamos libremente, no cargamos peso alguno. No es un canto de resignación, sino de liberación. Nadie reclama haberlo escrito, porque de algún modo todos lo han hecho. Pertenece a la misión, a las calles, a las manos que sirven y a los corazones que confían.
Y mientras existan quienes caminen con ligereza, con manos abiertas y corazones alegres, Nada me Pesa seguirá siendo cantado—donde haya amor, donde haya servicio, donde se descubra la presencia de Dios en lo sencillo, en lo humilde y en lo libre.
Con energía y calidez, reflejando la ligereza y la alegría que brotan de vivir en libertad a través del servicio. El ritmo es vivo y fluido, permitiendo que la melodía transmita un sentido de movimiento—como quien camina con propósito, sin cargas materiales, pero lleno de amor. Una mezcla de influencias del folclore latino, con guitarra acústica, percusión ligera de manos y un bajo melódico, da a la canción un aire orgánico y comunitario.
La voz principal es expresiva y sentida, transmitiendo sinceridad y gratitud. La melodía se percibe como una invitación—animando a todos los que la escuchan a unirse a la alegría del donarse. Las armonías son cálidas y dinámicas, elevándose en momentos clave como el coro y el puente, reflejando la dimensión comunitaria de la misión jesuita.
El final suena celebrativo, como si el cantante siguiera caminando mientras aún canta, llevando el mensaje más allá de la propia música. Esta canción no es un lamento ni una meditación silenciosa: es una declaración de alegría, un himno a la belleza de una vida vivida con las manos abiertas. Se canta con una sonrisa, con la convicción de que, en dar, recibimos mucho más de lo que jamás podríamos retener.
[Intro]
Nada me pesa, todo es don,
sirvo con gozo, sigo Tu voz.
Libre en la gracia, doy sin temor,
en cada hermano encuentro Tu amor.
[Verso 1]
No hay tesoro más verdadero,
que dar la vida con un corazón sincero.
Las manos abiertas, sin retener,
son manos que sirven y saben creer.
[Coro]
Voy ligero, sigo el llamado,
con alegría, siempre a Tu lado.
Dejo todo y gano más,
en el servicio hay libertad.
[Puente]
Donde hay herida, quiero sanar,
donde hay tristeza, quiero abrazar.
No poseer, sino entregar,
pues solo en el dar se aprende a amar.
[Outro]
Nada me pesa, todo es don,
sirvo cantando, sigo Tu son.
Sin poseer, lo tengo todo,
porque el servir es oro.
[Intro]
Nothing weighs me down, all is gift,
I serve with joy, I follow Your voice.
Free in grace, I give without fear,
In every brother, I find Your love.
[Verse 1]
There is no treasure more true and bright
Than giving my life with a heart of light.
With open hands, I choose to share,
Hands that serve and know how to care.
[Chorus]
I walk lightly, I heed the call,
With joy, Lord, I give my all.
I leave behind and gain much more,
For in service, I am truly free.
[Bridge]
Where there is pain, I long to heal,
Where there is sorrow, love reveals.
Not to possess, but to let go,
For only in giving, love will grow.
[Outro]
Nothing weighs me down, all is gift,
I serve with song, I follow Your rhythm.
Owning nothing, yet having all,
For in service, I find my gold.